miércoles, 25 de abril de 2012

De un "la" al infinito

Me siento en mi silla, desgastada por esos años de lucha contra las notas, y poso las manos en eso a lo que llamamos piano, dejando descansar cada músculo de mi cuerpo sobre él. Presiono un melancólico "la" que preside la melodía y la música empieza a vibrar dentro de mis oídos. Siento mi cuerpo destensarse por completo mientras cada compás retumba acorde con los latidos de mi corazón. Mis manos, golpes suaves pero certeros. Mis ojos, obedientes, siguen las partituras, papeles escritos por nadie. La nota más alta, la más baja, suaves blancas y rápidas fusas, todas ellas trenzadas a las emociones que arden en mis dedos. Y así mi alma se aferra a horas, que pasan como una exhalación no del todo silenciosas.

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