domingo, 15 de abril de 2012

A las cinco en tus ojos

Y la vida se detuvo para siempre en tu mirada. Tus ojos se posaron sigilosamente en los míos, y a continuación, la fracción de segundo más larga de mi vida. Una ráfaga de aire agitó mi pelo y bajé la mirada. Giré la cabeza para ver como te alejabas y tú hiciste lo mismo. Ligeramente sonreí y tu me devolviste el gesto con esa sugerente sonrisa. Y después los dos seguimos andando, cada uno por su camino. La vida casi nunca está dormida.

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